lunes, 6 de agosto de 2018

Una historia perdida

—Por los dioses de la arena, muero de sed, ¡dame agua! —rugió el guerrero llegado del desierto.
—¿Qué ofreces a cambio? —preguntó la hechicera que custodiaba el oasis.
—¡Respetaré tu vida, maldita seas! —contestó alzando contra ella su alfanje.
En silencio, la mujer encorvó la espalda y llenó un pequeño cántaro en el pozo.
El forastero soltó el alfanje y le arrebató el recipiente de las manos. Bebió con desesperación ante la mirada satisfecha de su anfitriona. Descubrió la trampa cuando sintió las piernas agarrotadas y una parálisis que subía por su cuerpo, pero antes de perder totalmente la movilidad, alcanzó a aferrar a la bruja por el cuello y volcar en su garganta el líquido restante.
Muchos, muchos años después, una caravana de mercaderes que deambulaba perdida en el desierto, llegó por casualidad al oasis y encontró en la entrada a los dos antiguos enemigos. Se habían convertido en estatuas de piedra mientras forcejeaban abrazados.
Aquellos mercaderes agradecidos, equivocaron la escena y bautizaron al lugar “El oasis de los amantes”.

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