jueves, 25 de febrero de 2021

Lo más importante

—La hipnósis ha sido un éxito. Reveló varias vidas anteriores. Usted ha sido una reina africana, un audaz corsario, un campesino feudal...

―Muy interesante, profesor, pero yo estoy necesitando saber quién soy ahora.




lunes, 22 de febrero de 2021

Todoantena

“No importa el tamaño de la antena, importa la potencia de la señal.”

Slogan de Todoantena.


Afuera, golpeaban la escotilla, el capitán se metió en su armadura-escondite y abrió. 

Era un bicho corpulento de movimientos pesados y ojos penetrantes. Ondeaba sobre él un globo con forma humana, parecía un maniquí plateado sosteniendo una lanza.

―¿Pidieron instalar una antena? ―preguntó.

―Si... ―respondió el capitán todavía confundido.

―Entonces aquí le dejo a mi esposa ―dijo la criatura cediéndole el hilo que sostenía el globo ―. Llame a Todoantena apenas ella termine ―ordenó antes de irse.

El capitán contemplaba la retirada del mastodonte cuando una voz aguda le llegó desde lo alto:

―¡Hey, patrón! ¿Podríashhh indicarme el lugar?

El capitán remolcó a la mujer-globo hasta la punta de la nave y la muchacha comenzó a instalar la antena. Su piel metálica crepitaba como el celofán.

—¡Listooooh! ―exclamó minutos después.

―¡Que rapidez! ¿Cuánto le debo?

―¿A mí? ―La mujer-globo sonrió con amargura ―. Nada, soy solo una esclava.

Desbordado de curiosidad, el capitán interrogó a la muchacha y así se enteró de las niñas de plata, sus casamientos arreglados y del peligro de aspirar helio para poder trabajar sobre los techos.

El capitán amarró el hilo a la baranda y fue a llamar a Todoantena. Por el camino, se arrepintió, regresó y con resolución desató el hilo. Después abrió la mano y siguió su vuelo hasta que se perdió en el atardecer.




miércoles, 3 de febrero de 2021

La recaída

La psiquiatra le recetó aquel fármaco en las reuniones nocturnas de Alcohólicos Anónimos. Así, controlaría la ansiedad, pero le advirtió que si no combatía a su demonio interior, la sed volvería más fuerte.

En la puerta del bar, resistió acariciando el frasco de pastillas vacío. Luego entró y se acercó a la barra, aunque no pidió nada. Unas chicas al fondo bebían riendo despreocupadas, la frente se le perló de transpiración. 

Luchando contra la tentación, salió del bar y desde el callejón telefoneó a su consejera. La psiquiatra le ordenó quedarse allí mientras ella llegaba al rescate.

Minutos después, bajó de un taxi directo a la oscuridad del pasillo. 

―¡Dame una pastilla! ―le pidió él temblando.

—No es la solución ―contestó ella.

―Entonces vete. ¡Ahora mismo! ―le gritó. En cambio, ella lo abrazó. Fue demasiado, la fragancia de su cuello moreno desató una sed salvaje, incontenible. Hecho una furia, le clavó los colmillos hasta el fondo, bebiendo su sangre con fruición, sintiendo la culpa como una estaca atravesándole el corazón.