viernes, 28 de agosto de 2020

Por el barrio

La límpida imagen del cielo reflejada casualmente en la superficie de un charco inmundo, me regala el indicio de que toda redención es posible.


miércoles, 19 de agosto de 2020

Entre dos mundos

La peste mató a todos en el castillo. A todos menos al mísero eunuco, quien desde entonces disfrutaba de todos los lujos. Comía de los manjares reales, se revolcaba desnudo sobre el fino armiño, se aliviaba tras el trono y se limpiaba el trasero con los tapices de brocado. 

Todo iba así, hasta el día en que se materializó frente a él el fantasma del rey y al verlo despatarrado sobre el trono, bramó furioso:


—¡Levántate de inmediato, infeliz, muestra respeto a tu rey y cubre tus indecencias!

El eunuco se asustó mucho al principio, pero, luego de pensar un poco, tomó coraje y lo desafió:

—En vida fuiste cruel y despiadado, pero ahora me rio de tus amenazas, pues estás muerto, tirano. No puedes tocarme, no puedes castigarme.

El fantasma quedó pasmado, ese bribón tenía razón, nunca podría… de pronto sonrió. De la entrepierna del esclavo colgaban dos testículos fantasmales.

Los lugareños atribuyen los alaridos a las ánimas dolientes del castillo.



lunes, 17 de agosto de 2020

La odisea

El canto de las sirenas fue creciendo a medida que se acercaban.
Por seguridad, lo amarraron del pecho y las rodillas. 
Era enloquecedor. Ulises intentó en vano cubrirse los oídos, sus brazos estaban bien sujetos.
―¡Resiste! ―le gritaban ―¡No debes rendirte!La nave se bamboleaba, la cabeza le daba vueltas, su conciencia estaba invadida del pavoroso sonido.
―Las sirenas, las sirenas… —alcanzó a murmurar antes del desmayo.
El piloto se apiadó y las desconectó. La ambulancia se adentró, silenciosa, en un mar de autos, camino del hospital.


sábado, 8 de agosto de 2020

El fumar es perjudicial para la salud

Como en el juego de la mancha, huimos corriendo del largo brazo de la peste.
¿Fuí el más lento? Seguramente, porque el virus me alcanzó.

Quince días de aislamiento forzoso, mi condena, según unas reglas que no me atrevo a quebrantar.

Y a las doce de la noche del quinceavo, salgo de la nave carcelera a reencontrarme con la libertad. Amada, imprescindible, peligrosa libertad del canario jaulero, a la deriva en un mundo en el que ya no sabe vivir.

Apenas desplegadas las temblorosas alas, la llovizna me azota la cara. A unos pasos me castigan los gritos de una pelea, ruido de vidrios, un llanto de mujer. Mi piel, adelgazada, semitransparente ya no me protege y al llegar a la esquina, un niño-perro de nadie que revuelve en la basura, me asesta la estocada final.

Atormentado, remonto el cordón umbilical. Regreso al útero, a mi amado síndrome de Estocolmo.

Maldita la hora en que decidí salir a comprar cigarrillos.





domingo, 2 de agosto de 2020

El precio de la historia

El paisano miraba al esqueleto exhibido en el museo. Después de dar dos vueltas alrededor contando los pasos, preguntó al guía:

―¿Cuánto vale un bicho de estos, Don?  

―Uf, mucho. Muchísimo.

―¿Más que un diamante?

―Por supuesto, diamantes hay montones, pero el esqueleto de un carnotaurus es algo único en verdad.

―Ah…―dijo el rústico con la mente extraviada. Pasado un momento, reaccionó―. ¿Y la gente que lo encuentra? ¿Tiene que traerlo? Porque, imagínese una cabezota como esta… No, el doble de grande, a pala yo la desentierro pero después... no hay camión.

―No, señor. Cuando alguien se pone en contacto con nosotros primero verificamos el hallazgo. Luego cerramos el lugar para preservarlo y comenzamos la excavación, que suele llevar meses.

―Entiendo. Se tarda en cobrar, entonces. ¿Y pagan por kilo o según el bicho?

―¡Ja ja já, qué ocurrencia! No se puede vender un fósil. Es patrimonio histórico de toda la humanidad,  es tan valioso que no tiene precio.

Al paisano se le apagó la mirada. Giró la boina en sus manos y resopló. El guía preguntó intrigado:

―¿Y usted por qué averigua tanto?

―No, de curioso nomás.