viernes, 26 de agosto de 2022

La tentación

El lobo se sintió acosado por primera vez en su vida. Desde el fondo del colectivo la abuelita lo observaba con la boca entreabierta y los brillando de gula.Cuando se vió descubierta, la anciana disimuló mirando por la ventanilla. El lobo entró en pánico, se suponía que era él quien acechaba. ¿Entonces, qué había sido todo eso? Tragó saliva, tomó coraje y volvió a mirarla, la abuelita estaba como hipnotizada, con los ojos fijos entre las patas peludas del animal. Abochornado, el lobo sacudió la cabeza, había pocos pasajeros y todavía no llegaban al bosque.
Instantes después, lo sobresaltó un suave toque en el hombro. Era una mujer con un bebé que le señalaba algo en el suelo:
—Se te cayó la billetera, flaco.
El lobo la levantó y agradeció juntando las manos. En el asiento del fondo, la vieja no pudo reprimir un gesto de decepción.


lunes, 15 de agosto de 2022

La kermés

—¡Compre un ticket, caballero! Se nota que usted es alguien decidido y valiente, seguro le irá bien en “la catapulta”.
—¿Pero qué caramba de juego es este?
—No hace falta experiencia para ganar. Este brazo gigante tiene un sillín aquí y un contrapeso en la otra punta. Gira cada vez más rápido y en un momento dado luego suelta la carga de golpe, al azar. Entonces usted vuela hasta alcanzar aquel maletín lleno de dinero y baja convertido en millonario, o se estampa violentamente contra el suelo y se va en aquella ambulancia.
—Vaya dilema, es la gloria o la muerte.
El tipo sonrió ofreciéndole su galera.
—O puede dedicarse a vender tickets y lo espera aquella mujer gorda y esos cuatro niños.


Son rachas

Un día encontré la suerte,
en un tugurio de mala muerte.
Y otro día,
viceversa.











viernes, 5 de agosto de 2022

Charlatana

Cuando incorporó al espíritu, Clelia, la médium, contrajo el rostro en una mueca imposible. Ahora se movía por el cuarto encorvada como una anciana. Una voz cascada agitó su garganta:

―¡Oh, muchacho—señaló al joven con un dedo retorcido —, una muerte horrible te espera!

Después rió a carcajadas y cayó al suelo convulsionando.

Clelia se recuperó ignorándolo todo. El joven cliente estaba blanco y sollozando le relató el espantoso suceso. Ella bebió un poco de agua y después lo tranquilizó:

―¿Una vieja achacada? —Sonrió condescendiente —. Es el espíritu de la gitana. Tranquilo, nene, esa no pegaba una cuando estaba viva y en el más allá sigue siendo igual de incompetente.