viernes, 11 de enero de 2019

El defecto

Jugaban por dinero a la baraja,
en cierto claro de un bosque cualquiera,
el dragón milenario, el león feroz,
la sierpe cruel y el águila guerrera.

El león ponderó las cualidades,
del dragón, aumentando allí la apuesta.
—No valen nada —apuntó el interpelado—,
tengo una grave sombra que me resta.

La serpiente elogió su honestidad,
tiró sus cartas, yéndose pronto al mazo,
—Cuando recuerde cual es mi iniquidad,
comprobarán que alabarme no es el caso.

El águila apostó todo el montón,
y respondió el dragón, que era valiente,
—Veo la apuesta y no es por alardear,
la mano se va a poner caliente.

—Yo gano con un full —rugió el león,
y aunque el dragón mostró, póquer tenía,
el águila formó escalera real,
y a los demás venció en esa partida.

Entonces el dragón enfurecido,
de pronto recordó su gran defecto,
incendió cartas, fichas, jugadores
y huyó volando con destino incierto

Hay quien de ganador virtud denota,
y prende fuego a todo en la derrota.





lunes, 7 de enero de 2019

Ocho Pines vs. el cubo de Rubik

El capitán jugueteaba con un colorido cubo entre sus manos.

—¿Qué es eso? —preguntó Ocho Pines señalando con la antena que tenía por nariz.

—Es un entrenador cerebral; una sofisticada pieza de ingeniería humana.

—¿Cuál es el objetivo? —indagó el robotito.

—Debes completar cada cara con su color, moviendo las filas sobre sus ejes.

—¿Lo ha logrado alguna vez?

El capitán agotó su paciencia y se rindió.


—No. Es algo muy difícil.

—Aburridooo... Me voy a las carreras de tudkots.


—Alto, jovencito. El insectoide dejó muy claro que tenías prohibido apostar a los tudkots y que me cuidara de tu antena. ¿Qué tiene tu antena?

El niño robot respondió estirándola un poco.

—Hagamos una apuesta, Capitán. A que resuelvo el cubo en menos de tres segundos.

—Imposible...

—Si fallo, le cuento el secreto de mi antena, pero si lo logro, me voy de la nave sin problemas.

Cuando el insectoide regresó, encontró al capitán todavía mirando el cubo perplejo.
Al oír cómo perdió la apuesta, el insectoide soltó una chirriante carcajada.

—Lo estafó como a un novato. Alteró su percepción cromática.

—¡¿Y cómo diablos pudo hacer eso?!

—Le dije que se cuidara de su antena...



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miércoles, 2 de enero de 2019

Noche de paz

—Hoy es una fecha muy especial, capitán, el día en que el niño vino al mundo —dijo el insectoide.

—¿Ya pasó otro año? —preguntó el capitán resignado—. No pensarás contarme la historia de nuevo…

Ignorando el pedido, el insectoide comenzó su relato:

—Luego de mucho buscar, el operador consiguió por fin guardar su ensambladora. El dueño de un galpón abandonado se apiadó y le permitió depositarla allí, entre dos bestias de tiro mecánicas, rodeada de pilas de chatarra.

Pero esa noche, la máquina recorrió el lugar reuniendo piezas viejas y ensambló un robot-niño —El insectoide abrió los brazos sobreactuando asombro—. ¡¿Como pudo hacerlo?! ¡No tenía programación alguna! Eso fué un milagro.

Aquella madrugada nos atrajo el fulgor de la soldadura reflejándose en el cielo. Mirtew, Glihin y yo solíamos descansar en ese galpón abandonado. Al ver al robotito, decidimos regalarle algunas cosas que guardábamos ahí: aceite lubricante, unos remaches dorados y un conector de ocho pines.

Su increíble advenimiento auguraba un gran destino al pequeño robot. Al marcharse, el necio operador lo abandonó y yo lo tomé a mi cuidado. Nunca pensé que me causaría tantos problemas. Era mentiroso y desobediente, decía que algún día dejaría de ser una máquina para convertirse en un niño real. Yo lo acompañaba a todas partes, aconsejándolo, mostrándole el buen camino.

—¿Eras como su conciencia?

—No sé qué significa eso, lo hice por cariño.




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