miércoles, 29 de abril de 2020

Beneficios de la lectura

El bosque se estremeció con un grito de terror.
Caperucita cortaba flores para llevar a su abuelita cuando encontró, entre los arbustos, una camisa escocesa ensangrentada y un hacha con marcas de dientes.
Cuando la mujer del leñador reconoció las prendas de su marido, una partida armada se encaminó al cubil del lobo.
Encontraron la guarida abandonada. Sobre la mesilla de noche, reposaban el carné de la biblioteca y un libro de cuentos infantiles.





lunes, 27 de abril de 2020

DesPerfecto

―Es insoportable, como vivir en una telenovela, hoy estoy bien y mañana... un desastre. Lo quiero, lo extraño, pero me aburro. Le tengo celos y también me gustan otros hombres ¿Son las hormonas o es que estoy volviéndome loca?
—Para nada, señora Dumont. ¿Ve esto? —contestó el doctor señalando una línea en los exámenes —Usted tiene gastados algunos engranajes del corazón. Al principio todo va perfecto, pero cuando llega a la sección dañada… ¡zas!, los dientes patinan y su corazón se descontrola. Con una pequeña intervención su vida será de lo más normal. ¿Para cuando la programamos?
―¿Sabe algo, doctor? Mejor déjeme así.

lunes, 20 de abril de 2020

Hablando de amor

La mesa de un bar, curioso lugar para encontrar la iluminación.
Una epifanía, la revelación repentina que me muestra la totalidad de un tema particular, un aspecto crucial de la condición humana: el amor.
Si cierro los ojos es para saborear el concepto, porque en este lugar corriente y en este momento cualquiera, yo pude vislumbrar el sentido completo de su esencia.
Que el amor no nace en los enamorados. Que en secreto, cada uno de nosotros cultiva un amor ideal, inquieto, sediento de hallar su destino. Una fuerza demoledora que nos arroja al mundo buscando a ciegas, intentando descubrir a ese otro amor que combine a la perfección con el nuestro.
Aventura difícil, equívoca, casi imposible; pero en rarísimas ocasiones, el milagro sucede y dos amores perfectos coinciden como por azar.
Como si entre los enamorados apareciera la figura de un ángel que les sopla al oído el secreto del amor y se va.
Yo sentí ese beso ardoroso del ángel pregonero del amor, lo sentí aquí y ahora en la mesa de este bar y estoy seguro que vos también lo has sentido.
Por eso quiero decirte desde el alma que sos vos y solo vos…

Con un toque en el hombro el mozo me hace abrir los ojos a la realidad.
―Maestro, la chica que estaba sentada acá con usted se fue hace unos minutos.



viernes, 17 de abril de 2020

Miedos y miedos

En una chiquilinada, el muchacho esperó frente al espejo oscuro.
Justo a la medianoche, encendió una vela.
En el espejo, apareció un rostro decrépito, viejo y arrugado. Era su yo del futuro.
En muchacho se llevó un gran susto al ver en que se convertiría, pero el viejo del espejo… ese viejo se asustó mucho más.






miércoles, 15 de abril de 2020

Tabú

Hoy llamé por teléfono a mi madre.
Hablamos de las próximas vacaciones, de las orquídeas, de la receta del budín de zanahorias.
Agotados esos temas, caímos en un silencio ominoso.
Mamá nos sacó del bache hablando del dentista y luego, de lo tardía de mi dentición.
Yo seguí con lo de los hijos y lo difícil que resulta criarlos y ella sumó de cómo uno los extraña cuando se van de casa.
El segundo silencio fue más peligroso, una tentadora incitación. 
Abrí la boca y volví a cerrarla.
Cuando no pudimos resistirlo más, cortamos al mismo tiempo, sin despedirnos.
Fue una sensación liberadora haber logrado evitar el tema del momento.

domingo, 12 de abril de 2020

Coronapesto (receta)

De nueces hicieron algunas cortezas de pan duro, una sartén aportó aceite usado, las hojas de albahaca fueron de hierbabuena y el ajo llegó en polvo...
Lo mejor fue la imaginaria lluvia de parmesano pues la imaginación es el supermercado mejor surtido del mundo.

jueves, 9 de abril de 2020

Presencia


La familia del abuelo Alberto se ha reunido al completo en su casa. Cosa rara, casi sin antecedentes.
Pero claro, acaban de enterrar al abuelo Alberto, que de improviso “la quédo”, finó, kaput, se fue.
¿Se fue?
Si María sonríe y arruga nariz, como hacía el abuelo Alberto, mientras acaricia los rizos negros de su sobrino, quien sacó el pelo del abuelo Alberto.
Su hermano la llama a comer con un silbido, típico del abuelo Alberto.
El primo Luis sirve los chorizos con la zurda, como su abuelo Alberto, bajo la atenta mirada de su hijita, muy cómica con los puños en la cintura y los brazos en jarra, en la clásica pose del abuelo Alberto.
Cuando están todos sentados, el más viejo de la mesa pide un brindis. 
―¡Por la famila, como decía el abuelo Alberto!
Ante los vasos levantados aparece volando un colibrí. Zigzaguea un momento entre los presentes y se va derechito a los geranios, los preferidos del abuelo Alberto.




martes, 7 de abril de 2020

Empacho de posverdad

—Subite la ropa y ponete el celular contra el ombligo, Pablito ―El hombre sonrió a la anciana al otro lado de la pantalla. Le hacía gracia que para ella todavía fuera "Pablito" ―. Contame, ¿qué comiste para agarrarte semejante empacho?

Doña Elena era una mujer de muchos recursos, no había cuarentena que pudiera con ella. ¿La última? Había fijado con cinta adhesiva un centímetro de modista al celular y curaba el empacho vía Whatsapp.

—Anoche no comí nada ―contestó Pablo ―, me quedé dormido en el sofá.

Doña Elena recitaba la oración entre dientes, midiendo la distancia con los codos. Su voz aumentaba a medida que se acercaba al micrófono. A Pablo le hacía cosquillas en la busarda peluda.

—Uy, ¿te quedó la tele prendida?

—Sí, estaba viendo las noticias y me quedé dormido.

—Ajá ―dijo Doña Elena ―. Ya estamos.

Pablo subió el celular y en la pantalla empañada apareció la cara arrugada de Doña Elena .

—Tenés que llamarme mañana y pasado mañana, así te curás. Y apagá la tele, Pablito, que las noticias también empachan.


lunes, 6 de abril de 2020

Alivio


El carrilero desborda y tira el centro. El delantero salta más alto y cabecea, parece que se va, suspenso…
Al final, la pelota choca contra un palo y se mete.
―¡Goooool! ―gritamos en la tribuna y nos abrazamos con cualquier desconocido.
Y lloramos, como en una catarsis. 
El tiempo parece detenido.
El desahogo crece, se contagia a la parcialidad rival.
Ahora todos festejamos el fin de la pesadilla, el comienzo de algo nuevo.
El resultado ya no importa a nadie, el partido no continuará.
Primero hay que curarse del horror, el aislamiento, la muerte.
Descargar el miedo y abrazar la esperanza.
Es el primer gol después de la peste.