Hace años que la familia completa no se reunía en la casa de la abuela Beba.
Aunque, claro, acabamos de enterrarla.
Parece mentira, “la Beba” ya no está, se nos fue.
¿Seguro?
María despeina los rulos de su sobrina, tan negros como los de la abuela. Ella deja aflorar la misma sonrisa ladeada de Beba.
Rubén nos llama a comer golpeando la olla de la abuela y Luis, sirve los fideos con la zurda, como la Beba. El colmo es su hijita, que poniendo los puños en la cintura imita la pose de la abuela.
Ya están todos sentados, me toca proponer el brindis:
—¡Por la familia, como decía la Beba!
Entonces, un colibrí aparece; pequeño y vibrante. Gira zumbando en el aire, como mirándonos uno por uno. Después zigzaguea entre los vasos alzados y se suspende un instante sobre la única silla vacía. Luego se marcha a custodiar los geranios del patio.
Los preferidos de la abuela Beba.

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