domingo, 2 de agosto de 2020

El precio de la historia

El paisano miraba al esqueleto exhibido en el museo. Después de dar dos vueltas alrededor contando los pasos, preguntó al guía:

―¿Cuanto vale un bicho de estos, Don?  

―Uf, mucho. Muchísimo.

―¿Más que un diamante?

―Por supuesto, diamantes hay montones. El esqueleto de un carnotaurus es algo único en verdad.

―Ah…―dijo el rústico con la mente extraviada. Pasado un momento, reaccionó―. ¿Y la gente que lo encuentra? ¿Tiene que traerlo? Porque, imagínese una cabezota como esta… No, el doble de grande, a pala yo la desentierro pero después... no hay camión.

―No, señor. Cuando alguien se pone en contacto con nosotros primero verificamos el hallazgo. Luego cerramos el lugar para preservarlo y comenzamos la excavación, que suele llevar meses.

―Entiendo. Se tarda en cobrar, entonces. ¿Y pagan por kilo o según el bicho?

―¡Ja ja já, qué ocurrencia! No se puede vender un fósil. Es patrimonio histórico de toda la humanidad,  es tan valioso que no tiene precio.

Al paisano se le apagó la mirada. Giró la boina en sus manos y resopló. El guía preguntó intrigado:

―¿Y usted por qué averigua tanto?

―No, curioso nomás.


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