miércoles, 8 de agosto de 2018

¡Abajo el tirano!

Las pintadas en las paredes denunciaban injusticias y pedían la cabeza del tirano.
El pintor del reino, confesó tras una larga sesión de tortura.
—¡La pena será ejemplar! —pontificó el rey. —Deberá limpiar todas las paredes primero, luego...¡cortadle las manos!
Eso supuso el fin del asunto aunque el soberano, temiendo una revuelta popular, se encerró en el castillo.
Al día siguiente, las pintadas volvieron, esta vez dentro de su propia habitación.


Ya no había garantías para el rey. El miedo lo perseguía en forma de terribles pesadillas donde las manos cortadas del pintor venían a ahorcarlo.
La tercera noche despertó gritando y salió corriendo por la habitación. En su loca huida cayó por el balcón de los aposentos reales.
Durante los funerales, el príncipe heredero lloró y juró venganza. Nadie prestó atención a las manchas de pintura en sus manos.




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