mucho complot, mucha exposición.
Miró al mar como para espantar esos fantasmas y continuó.
―Entonces llegó la Inteligencia Artificial y justo antes del surmenage conocí a aquel muchacho de los robots. Me dió la oportunidad de decir basta y venirme a la playa para dedicarme a vender helados. El clon robot se hizo cargo de todo. ¡Ahora por fin me siento en paz y soy plenamente feliz! Perdón, te estoy aburriendo ―concluyó entregándome el helado ―. Aquí tienes, son dos dólares.
—Gracias, señor presidente.
—Por favor, llámame Donnie.
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