viernes, 5 de octubre de 2018

Buenos Aires

¡Otra vez tarde al trabajo! El aire veraniego es plomo fundido y para peor, voy a perder mi colectivo, la última esperanza de llegar a tiempo y evitar la reprimenda de mi jefe.
Casi al instante, escucho una explosión de bocinazos disgustados y mis ojos no creen lo que ven: 
El semáforo está en verde pero mi colectivo sigue ahí,  bloqueando la bocacalle, detenido, esperándome.
—Tal vez Buenos Aires no esté perdida —reflexiono. Un pequeño milagro en la ciudad de la furia.
Tras el parabrisas distingo al chofer, que me apura con un gesto. Aprieto el trote, conmovido por ese acto de solidaridad. Ya casi he cruzado la avenida cuando un deportivo sale de la fila en un arranque furioso, me embiste y vuelo por los aires como aquel torero del youtube
.
Un último pensamiento se evapora en el aire: —Buenos Aires está perdida.








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