sábado, 20 de octubre de 2018

¡Chupe por bobo!

Confiado, le dio papaya y la bomba le cayó en el medio del rostro. Una sola, contundente, demoledora. No hizo falta una segunda, no hubo respuesta.
Gordillo lloraba, nosotros, sus compañeros tratábamos de consolarlo.
Él eludió la pelea lo más que pudo, hasta que la cosa se le puso tenaz.
El Gallego era dos años más grande y también más fuerte. Un Aquiles. Una sola trompada era suficiente para esconder a Gordillo bajo tierra. Pero a veces las cosas son así, inevitables.
Después de recibir ese nocaut del más agüevao de la escuela, el Gallego ya no volvió a ser el mismo, Gordillo siguió siendo el mismo caído del zarzo de siempre y yo me rendí a La Fontaine.


2 comentarios:

  1. Me recordó a las batallas del desierto de Emilio Pacheco...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Gracias! Ojalá se parezca. Tengo otros del estilo en proceso. Si quieres leer algo argentino en esa temática te recomiendo "Juvenilia" de Miguel Cané.
      Abrazo.

      Eliminar

¿Que te pareció esta historia?