martes, 18 de diciembre de 2018

Corte marcial


—...cuando recobré el conocimiento, mi armadura había desaparecido.

La cresta del general Grasúcilo comenzó a emitir un pitido intermitente.

—Soldado 3423, este tribunal no admitirá mentiras. ¡Que pase la testigo!

Una Grasúcila mucho más robusta que cualquiera de los presentes accedió al recinto. El suelo tembló bajo sus cascos.

—34, cariño, lo saben todo.

—La testigo diríjase al tribunal. Repita lo sucedido para el registro.

—Bueno, yo me encaminaba al río cuando 34 dio la voz de alto. Se acercó y comenzó la revisión de rutina. Una de mis glándulas de feromona hizo contacto con su cresta y estalló. La reacción fue inmediata e intempestiva. Nos desvestimos y comenzamos el rito de reproducción en el agua. Y esa... cosa, nos tomó por sorpresa. Corrió desnudo, encendió la armadura y se la llevó.

—¿Un humano vivo? ¡Inadmisible!, es como si me dijera que fueron robados por una glumboryeta. ¿Quiere explicarnos su proceder, soldado?

—Señor, mi intención era engendrar soldados, para engrosar las filas del ejército, Señor —contestó 3423. Ahora su cresta lucía gris y alicaída.

Al atardecer, dictaron sentencia:

—Este tribunal considera las acciones del soldado 3423 como falta grave y recomienda la pena máxima. Será degradado, con imposibilidad absoluta de batirse en combate y destinado al satélite reproductorio junto a la testigo.
Se les suministrará todo lo necesario para la labor de procreación, a la que se dedicarán, de ahora en adelante. Soldado, espero que su cresta esté a la altura...


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