martes, 11 de diciembre de 2018

Camuflajes

La criatura entró al local buscando información sobre un Grasúcilo. Nunca dijo quién era, cualquier parroquiano reconocería a un cazador intergaláctico.

En realidad buscaba al último de los humanos. Según sabía, usaba una armadura de Grasúcilo adaptada a su cuerpo, para despistar a sus perseguidores.


—¿Piensa entregarlo a la justicia? —preguntó un sujeto que buscaba sobras debajo de las mesas.


—No lo busca la justicia, es un encargo para el chef inteplanetario del sistema Khrolnaga. Su mente es un manjar mítico, con sus secreciones corporales se preparan numerosas especias...
 

—Invíteme a comer, hablaremos de negocios —zumbó el hambriento lugareño.

Rato después, la extraña pareja  hacía una visita no autorizada al viejo cementerio de astronaves.
 

—Allí, en aquella Ruxyflok roja, la menos deteriorada. Entre usted solo, mis glándulas nerviosas nos delatarán.
 

—Estúpido, los humanos apenas huelen en blanco y negro.
 

—Mejor prevenir que lamentar luego —. El insectoide activó su extraordinario camuflaje y desapareció en el acto.
 

Apenas el cazador puso un pié dentro de la nave supo que algo estaba mal. Doce pares de ojos celestes se encendieron a su alrededor. Ocho feroces vextros-taladro parecieron brotar del suelo. Ignorando gritos y chillidos, desgarraron su cuerpo,  arrastrado los huesos bajo la tierra .
El insectoide los espantó usando sus glándulas nerviosas. 

Cuando los guardianes del deshuesadero huyeron, se apropió del chaleco de cuatro brazos y del arma del cazador, con todo y municiones. 
Así ataviado, fue a visitar al Capitán. Tenía algo muy gracioso que contarle durante la cena.


¡Volver a la nave nodriza!

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