domingo, 13 de octubre de 2019

Instintos

Superada la emoción del hallazgo, mi hija Jane me convenció de llevar al muchacho al campamento. Allí intentamos revivir su memoria mostrándole fotos y objetos.
 

Los días siguientes recordó algunas palabras y actitudes de la vida civilizada.

Esperábamos sorprender pronto a la sociedad londinense cuando se produjo el altercado.
Atacó a Jane mientras se bañaba en el río. Trato de aparearse por la fuerza con ella y a duras penas pudimos auyentarlo disparando al aire. Enfurecido, trepó a lo alto de un sicomoro y se puso a defecar sobre sus manos para arrojarnos luego las heces.

Jane, bastante cubierta de excremento, se tapó la cara al ver que comenzaba a masturbarse.

En tales circunstancias y siguiendo mi propio instinto, decidí abandonar a Lord Greystoke en la selva para siempre.


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