jueves, 23 de enero de 2020

Las letras del pecado


Salió por detrás de la casa parroquial mirando a todos lados. El joven curita, balbuceaba una oración. Quería convencerse de que hacía aquello por una buena causa ―después de todo, el orfelinato recibía completo el dinero que cobraba―, pero su conciencia sabía que ese trato espurio nacía de su incapacidad por juzgar a los demás.
El tipo que lo esperaba en la capilla tenía su misma complexión y color de cabello. Podría haber sido su hermano mayor, que no su padre.
Se desvistieron sin mirarse —ese era el trato—. La camisa, el alzacuellos y la sotana con sus mil botones se fueron amontonando junto a la ropa del otro.  
Hasta ahí sólo era una situación impropia, el pecado vendría a continuación. 
El famoso novelista se vistió con las prendas del cura, luego le sonrió y adoptando lo que suponía era una actitud sacerdotal, apuró el paso camino del confesionario.




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