sábado, 1 de enero de 2022

Juguetes

—¡Yo pedí una ambulancia! —reclamó el niño. Enarbolaba un objeto cilíndrico que era un juguete, sí, pero para adultos.
El tío, disfrazado de papá noel, sudaba a mares en la tórrida noche de verano. Su sobrinito le apuntó a la cara con el pedazo de goma y repitió, paradójicamente desconsolado:
—¡Yo pedí una ambulancia!
La escena era más de lo que la abuela podía aguantar, testigo mudo aunque boquiabierto del incidente. De la rigidez, la anciana pasó al desmayo sobre el pesebre, desatando el caos familiar. Niño y juguetito quedaron en segundo plano, entre gritos, llantos y reproches a Santa, que según parece, algo tuvo que ver con semejante quilombo navideño. Finalmente hubo llamadas telefónicas. Minutos después se escuchó una sirena, luces rojas destellaban en el techo, maridando con las del árbolito. Alguien abrió la puerta y un paramédico preguntó:
—¿Aquí pidieron una ambulancia?
Los ojos del niño brillaban de asombro.

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