jueves, 4 de junio de 2020

Una cama con dosel



A primera vista parecerá un artículo superfluo, a medio camino entre el boato y la mariconada. Sin embargo, con sólo cerrar sus vaporosas cortinas de organdí, la realidad desaparece como por arte de magia y podemos suplantarla a voluntad. Experimentar la Francia napoleónica o surcar la galaxia en una nave interestelar. Es un encierro que libera.

Accesoriamente, el telón actúa también como frontera que define al eventual ocupante. Le otorga entidad, separándolo del desorden universal, permitiéndo completa introspección y autoconocimiento.

A poco escucharemos voces, gruñidos, sollozos y entre la nube de tela oscura veremos surgir una mano que descorre con violencia las cortinas y un cuerpo que se entrega al mundo porque es preferible la incertidumbre del caos a la angustia insoportable de confrontar con uno mismo.




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