Las primeras frases pertinentes, dieron paso a un tropel de incisos accesorios.
Los muros de contención de la cordura, cedieron a una avalancha de palabras superfluas que se derramaban sobre el preguntón en furioso torrente.
Ya menguaba la tarde cuando el río verbal estabilizó por fin su cauce, permitiendo al incauto vadear sigilosamente la corriente, ganar la orilla y alejarse con las ropas chorreando sílabas.
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