domingo, 14 de abril de 2019

Raro III

“Sabía que había algo raro en ese tipo”, fue mi último pensamiento antes de sentir el trapo con cloroformo contra mi cara. Ahora estoy atado a una silla con dos sujetos delante.

—¿Porque lo hiciste?
—¿Hacer qué?
—Pitbull, dale un refrescamemoria a mi amigo, así recuerda lo que hizo...

Plafff, la palmas contra ambas orejas me dejan aturdido.

—¿Y tu socio?¿Dónde está ese cabrón?
—¿Cuál socio? No sé de ningún socio...
—¿Nos quieres hacer creer que te lo montaste todo tu solito? Pitbuuull...

¡¡¡Blam, blam, blam!!! en los riñones.

—Supongamos que te creo, que no es así, ¿dónde lo escondiste?
—¡¿Que cosa?! ¡¿De qué me hablan?!

Pitbull habló:

—Ya tu saaabeh...
—Juro que no sé. Tienen que creerme. Yo...
—No te hagas pendejo. Sabemos todo, solo nos faltan algunas piezas. ¿Dónde va a ser la entrega?
—¡No hay ninguna entrega! —explico llorando.
―Entonces te gusta la picana...

El desconocido hace chispear unos cables pelados y los acerca a mí con una sonrisa.
Cuando los cables tocan mi piel despierto de forma violenta en un vagón del subte de la línea “C”.
Escucho a la gente a mi alrededor decir cosas como “ataque de epilepsia”, “espástico” y “pobre muchacho”.

Vuelvo a cerrar los ojos y me hago el dormido hasta que todos se bajan.



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