La familia del abuelo Alberto se ha reunido al completo en su casa. Cosa rara, casi sin antecedentes.
Pero claro, acaban de enterrar al abuelo Alberto, que de improviso “la quédo”, finó, kaput, se fue.
¿Se fue?
Si María sonríe y arruga nariz, como hacía el abuelo Alberto, mientras acaricia los rizos negros de su sobrino, quien sacó el pelo del abuelo Alberto.
Su hermano la llama a comer con un silbido, típico del abuelo Alberto.
El primo Luis sirve los chorizos con la zurda, como su abuelo Alberto, bajo la atenta mirada de su hijita, muy cómica con los puños en la cintura y los brazos en jarra, en la clásica pose del abuelo Alberto.
Cuando están todos sentados, el más viejo de la mesa pide un brindis.
―¡Por la famila, como decía el abuelo Alberto!
Ante los vasos levantados aparece volando un colibrí. Zigzaguea un momento entre los presentes y se va derechito a los geranios, los preferidos del abuelo Alberto.