Así lo cuidarán profesionales.
Así lo visitaremos más seguido.
Así lo pasará mejor.
Asilo...
Así lo cuidarán profesionales.
Así lo visitaremos más seguido.
Así lo pasará mejor.
Asilo...
—El cabildo ha fallado. Veinticinco años de rutina psicológica.
—¿Va a la cárcel?
—No, la cumple en la calle
—Después de lo que hizo ese maldito... sale libre.
—Libre, sí, pero no impune. Se puede andar por la calle y, al mismo tiempo, estar encerrado entre cuatro paredes invisibles.
—¿Cómo sería eso?
—Restricción hipnótica inducida. Una cárcel mental tan cómoda que ni piensan en salir. Ahora su existencia se reduce a levantarse, trabajar, comer, dormir... y repetir. Día tras día. Como un buen ciudadano.
—¿Y luego?
—Después de cumplir esa rutina invariable durante veinticinco años, llega el verdadero castigo: un despertar súbito del alma. Un hambre desesperada por vivir todos los sueños postergados. Pero para entonces, esos sueños ya han volado lejos. Y en ese instante, el reo comprende que ha desperdiciado su vida. La mayoría muere de tristeza. Algunos se suicidan.
—Entiendo...
—¿En la Tierra no tenían cárceles así?
—¿Cárceles? Sí... no... Es complicado.
—El baño es solo para los clientes.
La máquina descongeló y conectó al humano para preguntarle.