Desde lo alto de su figura, buscaba un ser que mereciera ser salvado del inminente final. Una multitud se congregó a su alrededor. Miraban fascinados las extraordinarias alas, su rostro como de porcelana.
Luego de algunos momentos, un sujeto rompió a aplaudir y otros lo imitaron, algunos arrojaban dinero a sus pies.
La situación se normalizó cuando un policía le explicó que debía irse, que estaba prohibido hacer su acto allí.
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