El hangar en pleno desierto se abrió y lo comprendimos todo.
La máquina del tiempo nos estaba esperando, como prometió. ¿Cuántos millones habría gastado?
Era una reproducción viva de nuestra esquina del barrio de la infancia, exacta en cada detalle.
La cancha de «bolita», la ochava de la fábrica, donde pintamos ese arco de fútbol desparejo, el almacén Manolo con un tipo igual al viejo Manolo sentado en la puerta. Autos, farolas, árboles... todo estaba allí.
Y después nos busco a los "pibes" de la barra que quedabamos vivos. Y nos trajo en un jet a su casa de Dubai, para jugar una última vez en la esquina, como cuando eramos chicos.
—Si ser millonario no me sirve para esto... —declaró.
Corto, contundente. Muy bueno
ResponderEliminar¡Que bueno que te haya gustado! Volvé pronto. Abrazo.
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