Sobre la puerta de la comadrona del pueblo se leía:
"Parirás a tus hijos con Dolores".
La cruda nevisca polar, apenas delineaba las siluetas crucificadas de los tres misioneros. Más allá, en la aldea esquimal, reinaba el horror. Un desenfreno de sexo y violencia inédito en aquel pueblo de pasiones aletargadas por el clima glacial. Mucho le costó a la expedición investigadora restablecer el orden y lograr que el concejo de ancianos compareciera ante ellos.
—Solo hacíamos lo necesario para llegar a ese maravilloso lugar del que nos hablaron sus misioneros —explicó el anciano jefe.
—¡Infelices! Estáis muy equivocados, el crimen y el pecado no os llevarán al cielo.
—¿Al cielo? No, nosotros queremos ir al otro, al que es caliente.