El resultado de los estudios médicos les cruzó la cara como un violento cachetazo:
“Expectativa de vida: Seis meses”.
Abrazados, lloraron en silencio su desdicha, olvidando las peleas cotidianas, los enojos, las ofensas...
Se disponían a romper los malditos análisis cuando uno lo advirtió:
El apellido que figuraba era correcto pero el nombre no. Había ocurrido un error, un bendito error, los resultados no eran suyos.
Volvieron a llorar ―esta vez de alegría― y la felicidad que los invadió en un segundo, se fue apagando lentamente, devolviéndolos a la normalidad:
―¡Que susto me diste, no eres capaz de leer bien un membrete! ¡Inútil!
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