Su madre solía gritarle:
—¡Bajale el volumen a ese chingui-chingui! ¡Ni sabés lo que dicen esos peludos! ¡Ruido es lo único que hacen!
Ayer cerró ese círculo con un grito a su hija:
—¡Cortála con el reggetón! ¡Todo el día lo mismo! Muévelo, muévelo y el negrito con un dedo en la barbilla.
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