Paseaba por Josefov, el barrio de Kafka, buscando algún souvenir para mi consultorio, cuando di con la tiendita.
El nombre fue lo primero que atrajo mi atención —"Marroquinería FREUD"—, siendo psicólogo infantil no podía ser de otra manera.
Revisaba botas y bolsos cuando lo vi; un cinturón grueso de cuero, con la hebilla desgastada y el nombre Freud grabado por todo lo largo.
Lo compré de inmediato. Ya lo quería exhibir en mi sala de espera.
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