—¿Lustra, patrón? —Fagúndez, el siempre apurado jefe de cirugía, dudó—. No tardo, patrón. Soy el más "ligirito” de todita la *piatonal*.
Fagúndez asintió. Reconoció al niño lustrabotas a pesar del consabido pasamontañas que ocultaba su rostro de la vergüenza. Su precisión y velocidad siempre lo asombraban.Talento puro, se le ocurrió pensar: ¿Cuántas vidas podrían salvar esas manos si él también fuera cirujano?
―Nene, mañana mismo me gustaría hablar con tu madre.
―¿Eh? ¿De qué, patrón?
―De tu futuro.
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