—¡Quería que vinieramos y aquí estamos!, con la abuela Miguelina, inventora de la silla de montar para ciegos. Algo que nos demuestra que nuestro viejos pueden seguir aportándonos sabiduría. Cuéntenos cómo funciona esta maravilla...
—Puede revisarla usted misma, señorita, adelante.
Frente a la cámara, la cronista le dio vueltas a la silla durante unos instantes y se rindió:
—Lo siento, no le encuentro nada especial…
—Verá, eso es porque los ciegos tienen el culo como todo el mundo, y siendo una silla…
—Pero abuela, entonces no sirve para nada…
—Oh, sí, querida. Sirve para montarse sobre los prejuicios.
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