La voz herida rompió el silencio en la barra del bar.
―¡Bajo mis propias narices! ¡No puedo entenderlo!
―No se castigue ―Le aconsejó el barman―. Las cosas más evidentes suelen pasarnos inadvertid…
―¡A mí, jamás! Ni el más mínimo detalle.
―El amor enceguece, usted lo sabe.
—Subestime a Irene, estoy perdiendo mis facultades.
—Nadie desconfiaría de su novia ni de su mejor amigo.
—Lo peor es que puedo deducir exactamen qué estarán haciendo ahora. Él debe estar remedándome: "Elemental, mi querido Watson”, mientras ella se parte de risa.
―Vamos, Sherlock, tómese otro, invito yo.
―¡Bajo mis propias narices! ¡No puedo entenderlo!
―No se castigue ―Le aconsejó el barman―. Las cosas más evidentes suelen pasarnos inadvertid…
―¡A mí, jamás! Ni el más mínimo detalle.
―El amor enceguece, usted lo sabe.
—Subestime a Irene, estoy perdiendo mis facultades.
—Nadie desconfiaría de su novia ni de su mejor amigo.
—Lo peor es que puedo deducir exactamen qué estarán haciendo ahora. Él debe estar remedándome: "Elemental, mi querido Watson”, mientras ella se parte de risa.
―Vamos, Sherlock, tómese otro, invito yo.
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