«¿Cuántas veces lo dije ya?» Soltó el humo con un dejo de resignación.
«Mi suegro murió de cáncer de pulmón, fué todo un martirio», recordó mientras encendía otro, ya con culpa.
El último cigarrillo del paquete, lo sorprendió asqueado y satisfecho.
«Ya está, ahora en serio, lo dejo»
Jurándose voluntad inquebrantable, soltó por el borde la colilla, la última colilla.
Debajo del balcón la esperaba la caseta del gas y su sibilante pérdida.
Entonces la deflagración subió violentamente envolviendo al balcón y su reflexivo ocupante. Todo se volvió fuego y entre las llamas surgió la cara del diablo, riéndose a carcajadas de sus estúpidos reparos.
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