—¡Cierre el pico, entrometida! —Le contesto fastidioso. Su marido llega con la intención de apaciguarme.
—No le hable así, ¿no se da cuenta que es un buen consejo? Su casa se vería más bonita con el jardín arreglado.
—¿Y a ustedes desde cuando les interesa cómo luzca mi casa? —Pero sé que han ganado la batalla.
Aparto el diario, dejo la cerveza y voy a sacar la podadora ante su mirada satisfecha.
Dos horas después, la pareja de calandrias baja del muro a comer los bichos que brotan del pasto cortado. Ni siquiera me agradecen.
Final inesperado que me ha echo sonreír.
ResponderEliminarGracias amiga.
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