Dio mil vueltas antes de humillarse pidiendo instrucciones al albañil que trabajaba en una esquina.
—Jefe, ¿Cómo salgo de este pueblo?
—Doble a la derecha y siga recto hasta la ruta.
Veinte minutos después, pasaba de nuevo por el mismo lugar.
—Escuche bien esta vez, amigo —le dijo esta vez el albañil —. Tomé a la izquierda y después todo recto.
Siguió las instrucciones al pie de la letra y creyó haberse vuelto loco cuando pasó de nuevo frente a la construcción. El obrero le pidió que esperara mientras consultaba.
―¿Ya llegó tu nuevo ayudante? —le preguntó el capataz.
―Si, jefe, pero todavía cree que puede salir del pueblo. Apenas lo estoy mareando un poco.
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