A pesar de no tener cuerpo, la redonda cabeza daba consejos, anunciaba el clima, contaba historias edificantes y cantaba con melodiosa voz. Era un milagro en sí misma, pero a todo milagro corresponde un sino aciago.
Era una aldea futbolera, en una región futbolera de un país futbolero.
De nada le sirvió rogar cuando la pelota se rompió.
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