El capitán vestía el uniforme de un correo estelar y cargaba un gran paquete en la gravedad triple de Zurgonie.
—“Calle donde aún no ha pasado nada, 242 Piso Beta”. ¿Es acá?
—Sí, sí—contestó con eructos el alienígena morador de la cueva.
—¿Es usted Kachoulym Glafnad?
—No, no —Más eructos—. Debe ser en otra calle.
—¿Por qué tantas calles se llaman igual?¿Son imbéciles?
—¿Imbéciles, dice? Todos saben que una calle lleva ese nombre hasta que pase algo memorable y la gente lo adopte como nuevo nombre del lugar.
—Ufff, estoy harto de sus ridiculeces.
—No se sulfure. No será para tanto…
—¿No? —El capitán levantó la caja sobre su cabeza, con la cara colorada por el esfuerzo y la arrojó contra la humanidad del baboso. —¡Pruebe cargar esto bajo el sol de su inmundo planeta!
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