sábado, 27 de abril de 2019

¡Claunnnck!

Una metralla de partes electrónicas siguió al estruendo y el niño-robot se quejó en un tono lastimero:
—¡Ay, mis circuitos, mis pobres circuitos!

El esponjoso iznobita bajó del vehículo mirando en todas direcciones. Nadie.
Levantó al niño para esconderlo y seguir su camino cuando una voz hormigueante lo detuvo en seco:

—Estos cinco ojos lo han visto todo, señor. Usted atropelló al robotito y ahora intenta deshacerse de su cuerpo...

—Yo, yo... — balbuceó el iznobita cambiando repetidamente de color.

—Usted comete un delito, debería reportarlo, aunque eso le suponga la cárcel u otro castigo peor.

—No… porrr favorrr, fue akzidente, lo jurrro.

—¡¿Accidente?! Le ha abollado la cabeza y el bracito aún está allí, bajo su nave. Esto supondrá un arreglo muy, muy costoso y sin garantías.

—Oh, ezo no ez prrroblema —dijo el gordo mientras extraía una gran jeringa de su nave.

Se la clavó en el abdomen y la llenó con su sangre violeta.

—Tenga...doz litroz. Ezto cubrrrirá la rrreparación y un extrrra por encargarrrze.

—Usted no me compra, señor, lo hago por el niño.

—Grrrazias, muchaz grrrazias... —alcanzó a decir el sujeto mientras se metía a la nave y salía disparado de allí.

—Grrrazias, muchas grrrazias... —repitió el niño imitando el sonsonete.

Se incorporó de un salto y mientras se ponía el brazo dijo a su amigo:

—Ha sido un día muy productivo, junta esa chatarra falsa mientras yo voy a vender la sangre de ese idiota. Te veré en las carreras de tudkots.




¡Volver a la nave nodriza!

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