—¿Estáis seguro? —preguntó el joven rey bajo la luna llena.
—Está enterrada aquí. Los astros no mienten, mi señor —dijo el mago señalando con su vara el suelo del bosque―. Y con ella serás invencible.
―¡Cavad, entonces! ―ordenó a sus caballeros.
Luego de un rato, las palas chocaron con algo metálico. La luz de una antorcha iluminó el cañón de una ametralladora automática.
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