en cierto claro de un bosque cualquiera,
el dragón milenario, el león feroz,
la sierpe cruel y el águila guerrera.
El león ponderó las cualidades,
del dragón, aumentando allí la apuesta.
—No valen nada —apuntó el interpelado—,
tengo una grave sombra que me resta.
La serpiente elogió su honestidad,
tiró sus cartas, yéndose pronto al mazo,
—Cuando recuerde cual es mi iniquidad,
comprobarán que alabarme no es el caso.
El águila apostó todo el montón,
y respondió el dragón, que era valiente,
—Veo la apuesta y no es por alardear,
la mano se va a poner caliente.
—Yo gano con un full —rugió el león,
y aunque el dragón mostró, póquer tenía,
el águila formó escalera real,
y a los demás venció en esa partida.
Entonces el dragón enfurecido,
de pronto recordó su gran defecto,
incendió cartas, fichas, jugadores
y huyó volando con destino incierto
Hay quien de ganador virtud denota,
y prende fuego a todo en la derrota.
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