Consiga papel en blanco de un gramaje decente y extiéndalo frente a usted.
Arránquese de un tirón la camisa descubriendo la bomba de tiempo incrustada en su pecho.
Aúlle a la luna, aunque sea pleno día.
Use un alicate, o mejor use los dientes para cortar el cable y detonar la bomba, cuidando que el corazón y las tripas queden bien desparramados sobre el papel.
Abra la ventana y deje que el papel se vaya flotando en el viento como una sutil fragancia oriental.
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