El terrible soplido del lobo se llevó volando las casas de Flautista y Violinista. Llenos de miedo y vergüenza, corrieron a la casa de ladrillos del hermano mayor.
Práctico los recibió con un beso, soslayando las burlas y los escarnios anteriores.
El piadoso anfitrión fue a cerrar la puerta trasera. Sus hermanos se sintieron más seguros. La sensación les duró hasta que con sus hocicos pegados a la ventana lo vieron entregarle las llaves al lobo.
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