La mesa de un bar, curioso lugar para encontrar la iluminación.
Una epifanía, la revelación repentina que me muestra la totalidad de un tema particular, un aspecto crucial de la condición humana: el amor.
Si cierro los ojos es para saborear el concepto, porque en este lugar corriente y en este momento cualquiera, yo pude vislumbrar el sentido completo de su esencia.
Que el amor no nace en los enamorados. Que en secreto, cada uno de nosotros cultiva un amor ideal, inquieto, sediento de hallar su destino. Una fuerza demoledora que nos arroja al mundo buscando a ciegas, intentando descubrir a ese otro amor que combine a la perfección con el nuestro.
Aventura difícil, equívoca, casi imposible; pero en rarísimas ocasiones, el milagro sucede y dos amores perfectos coinciden como por azar.
Como si entre los enamorados apareciera la figura de un ángel que les sopla al oído el secreto del amor y se va.
Yo sentí ese beso ardoroso del ángel pregonero del amor, lo sentí aquí y ahora en la mesa de este bar y estoy seguro que vos también lo has sentido.
Por eso quiero decirte desde el alma que sos vos y solo vos…
Con un toque en el hombro el mozo me hace abrir los ojos a la realidad.
―Maestro, la chica que estaba sentada acá con usted se fue hace unos minutos.
Una epifanía, la revelación repentina que me muestra la totalidad de un tema particular, un aspecto crucial de la condición humana: el amor.
Si cierro los ojos es para saborear el concepto, porque en este lugar corriente y en este momento cualquiera, yo pude vislumbrar el sentido completo de su esencia.
Que el amor no nace en los enamorados. Que en secreto, cada uno de nosotros cultiva un amor ideal, inquieto, sediento de hallar su destino. Una fuerza demoledora que nos arroja al mundo buscando a ciegas, intentando descubrir a ese otro amor que combine a la perfección con el nuestro.
Aventura difícil, equívoca, casi imposible; pero en rarísimas ocasiones, el milagro sucede y dos amores perfectos coinciden como por azar.
Como si entre los enamorados apareciera la figura de un ángel que les sopla al oído el secreto del amor y se va.
Yo sentí ese beso ardoroso del ángel pregonero del amor, lo sentí aquí y ahora en la mesa de este bar y estoy seguro que vos también lo has sentido.
Por eso quiero decirte desde el alma que sos vos y solo vos…
Con un toque en el hombro el mozo me hace abrir los ojos a la realidad.
―Maestro, la chica que estaba sentada acá con usted se fue hace unos minutos.
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