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martes, 7 de abril de 2020

Empacho de posverdad

—Subite la ropa y ponete el celular contra el ombligo, Pablito ―El hombre sonrió a la anciana al otro lado de la pantalla. Le hacía gracia que para ella todavía fuera "Pablito" ―. Contame, ¿qué comiste para agarrarte semejante empacho?

Doña Elena era una mujer de muchos recursos, no había cuarentena que pudiera con ella. ¿La última? Había fijado con cinta adhesiva un centímetro de modista al celular y curaba el empacho vía Whatsapp.

—Anoche no comí nada ―contestó Pablo ―, me quedé dormido en el sofá.

Doña Elena recitaba la oración entre dientes, midiendo la distancia con los codos. Su voz aumentaba a medida que se acercaba al micrófono. A Pablo le hacía cosquillas en la busarda peluda.

—Uy, ¿te quedó la tele prendida?

—Sí, estaba viendo las noticias y me quedé dormido.

—Ajá ―dijo Doña Elena ―. Ya estamos.

Pablo subió el celular y en la pantalla empañada apareció la cara arrugada de Doña Elena .

—Tenés que llamarme mañana y pasado mañana, así te curás. Y apagá la tele, Pablito, que las noticias también empachan.


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