Los días siguientes recordó algunas palabras y actitudes de la vida civilizada.
Esperábamos sorprender pronto a la sociedad londinense cuando se produjo el altercado.
Atacó a Jane mientras se bañaba en el río. Trato de aparearse por la fuerza con ella y a duras penas pudimos auyentarlo disparando al aire. Enfurecido, trepó a lo alto de un sicomoro y se puso a defecar sobre sus manos para arrojarnos luego las heces.
Jane, bastante cubierta de excremento, se tapó la cara al ver que comenzaba a masturbarse.
En tales circunstancias y siguiendo mi propio instinto, decidí abandonar a Lord Greystoke en la selva para siempre.
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