Respiró hondo, tomó carrera y... ―¡Allá voy Sombrerero! ¡Allá voy Señor Conejo!―. Alicia corrió a meterse en el espejo.
Un estampido, un chichón y pedazos de vidrio esparcido por el suelo... Y el llanto desconsolado, no por el golpe, tampoco por sus amigos; lloró por saberse condenada a ese mundo de mierda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Que te pareció esta historia?