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martes, 24 de septiembre de 2019

El bromista

Los Glikus poseen la capacidad de cambiar a voluntad su aspecto físico y Pelzir era conocido por sus imitaciones. Ahora no parecía nada gracioso con su semblante apuntando al suelo. Su amigo intentaba animarlo.

―Vamos viejo, eres el comediante más famoso del planeta, no puedes estar así de triste.

―Me voy de la galaxia, Ror. Para siempre.

―¡Tonterías!, ¿quién hará reír a nuestra gente?

―También pienso dejar la actuación.

Ror, el zupvelyano, conocía lo único capaz de poner así a Pelzir.

―¡Oh!, rompiste con Frainaí.

―Ni siquiera discutimos pero ella... ama a otro.

―¡¿A quién?!

―A mí, pero cuando no soy yo.

Ror estalló en carcajadas.

―¡Maldito, casi te creo!

―Lo digo de verdad. Ayer me transformé en otro, un Awtipleño gordo y peludo. Me acerqué a ella en la calle fingiendo coquetear.

―Eso no está bien, Pel, ni siquiera como broma.

―Lo terrible es que aceptó salir con el Awtipleño, o sea, conmigo y tuvieron... tuvimos… sexo. Estaba como una fiera salvaje, me dijo que nunca había sentido algo así y que quería volver a hacerlo pronto. No me atreví a revelar mi truco.

―¡Ay, pobre Pelzir! Deberías adoptar unos cuernitos rojos, ¡te quedarían de maravilla! ―exclamó Ror y le estampó un beso en la boca.

Pelzir reaccionó furioso, nunca lo habían ofendido así.

A Ror le ganó la risa:

―¡Es lo que te mereces! ―le gritó mientras su cuerpo cambiaba para convertirse en la bella Frainaí.


¡Volver a la nave nodriza!

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