—Buen día, vecino —le digo.
—Buen día, vecino —responde. ¡Hasta su estúpido perro ladra si mi perrita se pone a ladrar!
Es un pesado, me imita en todo, pero hoy llegó demasiado lejos.
Estábamos “intimando” con mi novia y, en medio de nuestros suspiros y gemidos, algo me desconcentró. Tuve que detenerme para escuchar mejor y ahí estaba: gimiendo y haciendo rechinar la cama. ¡Era el colmo!
Corrí desnudo a la cocina, agarré un cuchillo y salí al palier decidido a matarlo. Él salió al mismo tiempo, con la misma cara furiosa, llevaba una cuarenta y cinco en la mano.
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