¡Chulla vida! Si no necesitábamos más para ser felices. Teniendo salud y un techo sobre la cabeza… Pero ella era bien aniñada, no quería catre duro, ni piso de tierra. Y después vino lo de la puerta.
Le expliqué que en la costa siempre hace calor y no hay robos porque entre pobres no hay nada que robar, entonces las puertas salen sobrando. Pero vea, ¡que maneeeera!
Yo seguía sin chamba, igual fui ahorrando de lo que ella ganaba limpiando casas y una tarde, cuando volvió de trabajar, la recibí con la sorpresa. No habló pero se le iluminó la cara. Acarició la puerta por ambos lados, comprobó la robustez del marco. Satisfecha, entró y armó un bolsito con ropa, se lo cargó al hombro y dando bruto portazo se fue para siempre.
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