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viernes, 7 de junio de 2019

Un guante solo


Rompí con mi pareja por una tontera mala idea―, ahora estoy tirado en la cuneta, literalmente.
Llevo todo el día adivinando los pensamientos de la gente que pasa cerca de mí ―y también sobre mí.
Una niña en brazos de su madre, me devuelve el saludo que le ofrezco.
Una “señora gorda” piensa: ¡Cuánta basura! Esta ciudad se va al infierno.
Un estudiante está punto de pisarme. “¡Alto!” le indica mi gesto, entonces me esquiva respetuoso.  
Un perro me olfatea, decide que no vale la pena marcarme como su propiedad y pasa de largo.
Anochece en la ciudad y, se me acerca un vagabundo. «Será una noche fría,» piensa, «una mano caliente es mejor que dos manos heladas».
Me levanta del piso y me calza en su zurda. Un viejo recuerdo de juventud lo golpea como un relámpago.
Respira hondo, empuja su sombrero mugriento desde atrás hacia los ojos, mete su pulgar ―mi pulgar― en el bolsillo delantero y  allí, solo bajo la luna, ejecuta aquel famoso pasito de baile. Por un momento, la noche se llena de magia.




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