Ojos azules le preguntó qué bus tomar para ir al centro y al rato ya estaban hablando de la ciudad, de la primavera…
Le contó que recién llegaba desde Argentina, que iba al centro, a una entrevista de trabajo en una multinacional.
El doctorcito tuvo que esforzarse bastante para que aceptara su invitación a almorzar, pero hasta las chicas atractivas como ella se sienten solas en una ciudad nueva y Bogotá se pone romántica en un día lluvioso.
La entrevista salió decididamente mal, por eso Ojos azules llegó antes a la cita.
Ahí estaba el doctorcito, besándose con otra, al otro lado del vidrio salpicado. Fue demasiado, no pudo reprimir las lágrimas, se volvió y salió corriendo bajo la lluvia. Nunca vio venir al enorme demonio rojo. El bus le dio en la cabeza con su retrovisor.
—¿Te sentís mejor? —le preguntó el doctorcito.
—¿Dónde estoy? Mi cabeza...
—Tuviste un accidente. Estamos acá en el hospital.
—¿Y usted tutea a todos sus pacientes, doctor? —preguntó Ojos azules enojada.
—Claro que no, nos conocimos esta mañana, esperando el Transmilenio.
—No sea aprovechado ¿quiere?… Esta es la primera vez que lo veo. Déjeme ir de alta que tengo una entrevista muy importante en el centro.
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